En esta semana vamos a comenzar una serie de entradas dedicadas a las constelaciones, pero no desde un punto de vista astronómico sino deteniéndonos en el origen mágico de la constelación, el mito. Nuestro primer capítulo comienza con una constelación que nos acompaña en las largas noches de invierno: el cazador Orión.
Orión el cazador es una preciosa constelación visible en ambos hemisferios, durante los meses de noviembre a abril. Es la joya de las constelaciones por la cantidad de estrellas brillantes que la forman. Resulta muy fácil de localizar y es espectacular durante el invierno boreal.
En cuanto al mito, existen múltiples y diferentes historias sobre el mito de
Orión por lo que aquí narraremos la más épica y romántica que hemos encontrado:
Orión era hijo de Poseidón, dios del Mar, y de Gea, la diosa de la Tierra. Al nacer creció tanto que llegó a
convertirse en un auténtico gigante. Tan enorme era, que podía andar por
el fondo de los mares sin que las aguas le cubrieran los
hombros. Siempre iba acompañado de
sus dos fieles perros, el Can Mayor (Sirio) y el Menor (Mera).
Orión se enamoró de Mérope, la hija del rey Enopión, y al no ser correspondido se emborrachó un día y la forzó. Enopión pidió venganza al dios Dionisos, que durmió al cazador en un profundo sueño. Enopión aprovechó esto para arrancarle los ojos.
Desesperado y sin vista, Orión se dirigió a un oráculo, quien le dijo que sólo recuperaría la vista caminando sin descanso hacia el Este (que es precisamente la dirección que siguen las constelaciones). Tras mucho caminar llegó a Lemnos, donde recuperó la visión. Después de esto, dedicó mucho tiempo a perseguir a Enopión buscando venganza, pero nunca lo alcanzó.
Con el tiempo, entró al servicio de Artemisa (Diana, la cazadora), como cazador. Se cuenta de él que era el mejor cazador de su tiempo, y que maravillaba a todos con sus proezas... hasta el punto que la soberbia se adueñó de él. Un día, llegó a decir que ni el más grande y poderoso animal era rival para él. Al acabar la frase, Apolo, harto ya de la vanidad de Orión, envió un diminuto escorpión que le picó en el pie y lo mató.
Artemisa pidió a Zeus que lo situara entre las estrellas. Desde
entonces, todavía hay astrónomos que se estremecen al recordar esta
tragedia cuando la oscura constelación de Escorpio aparece en el cielo
mientras Orión y Sirio se ocultan en el horizonte.
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