Una fina niebla nos daba la bienvenida al levantarnos cuando nos disponíamos a empezar una jornada que creíamos de recuperación.
Después de un "copioso" desayuno emprendimos marcha hacia nuestro destino.
Bajando el temido puerto nos empapamos y creímos que el día era noche. Al alcanzar el alto del Poio vislumbramos por primera vez el Sol.
Bajamos a Triacastela primero disfrutando del asfalto y después frenando para no rompernos la crisma en las increibles pendientes rocosas.
Una vez dejamos Triacastela cogimos el desvío de Samos que nos llevaba a contemplar el maravilloso Monasterio sisterciense, (que no cirsense) de San Julián de Samos.
Una vez dejamos la localidad y el estómago lleno, partimos rumbo a Sarria pasando por caminos semiasfaltados cómodos de perfil con maravillosos paisajes pasando por la vereda del río y entre vacas.
Una vez llegamos a Sarria y sus impresionantes cuestas, comenzamos a pasar por corredoiras posibles e imposibles que nos hicieron bajarnos varias veces de la bici.
Al subir a Barbadelo pensábamos que sólo quedaba bajar cómodamente a Portomarín. ¡Què equivocados que estábamos!: una sucesión de toboganes infinitos, rocosos y rompepiernas acabaron con nuestras fuerzas para llegar, con 7 km de más que los que pensábamos al ansiado Portomarín.
-- Desde Mi iPhone
Después de un "copioso" desayuno emprendimos marcha hacia nuestro destino.
Bajando el temido puerto nos empapamos y creímos que el día era noche. Al alcanzar el alto del Poio vislumbramos por primera vez el Sol.
Bajamos a Triacastela primero disfrutando del asfalto y después frenando para no rompernos la crisma en las increibles pendientes rocosas.
Una vez dejamos Triacastela cogimos el desvío de Samos que nos llevaba a contemplar el maravilloso Monasterio sisterciense, (que no cirsense) de San Julián de Samos.
Una vez dejamos la localidad y el estómago lleno, partimos rumbo a Sarria pasando por caminos semiasfaltados cómodos de perfil con maravillosos paisajes pasando por la vereda del río y entre vacas.
Una vez llegamos a Sarria y sus impresionantes cuestas, comenzamos a pasar por corredoiras posibles e imposibles que nos hicieron bajarnos varias veces de la bici.
Al subir a Barbadelo pensábamos que sólo quedaba bajar cómodamente a Portomarín. ¡Què equivocados que estábamos!: una sucesión de toboganes infinitos, rocosos y rompepiernas acabaron con nuestras fuerzas para llegar, con 7 km de más que los que pensábamos al ansiado Portomarín.
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Ubicación:Carretera de Sarria Samos,Samos,España
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