Hoy ha sido un día extraño. Al levantarme, dado que estaba bastante nublado, decidí recorrer un PR (ruta de pequeño recorrido). Concretamente el PR-43 de 7,5 km que rodea un monte en la vega de Priego (La Cerrolla), con el fin de recorrerla y conocerla por si es transitable en bici. Se vino mi perrete (Haendel), una mochila, un bote de agua y un sombrero.
Salí por una calle que baja al río guadiela y al puente romano. Allí Haendel se pegó un buen baño para así, quedarse fresquito para el resto de la ruta.
Al salir del río continuamos la ruta por un camino asfaltado que sube desde el río para luego caminar por una pista ancha que rodea el cerro.
Anduvimos por ella disfrutando de las vistas de campos secos de cebada, viñas y girasoles. Después de 4km disfrutando de las vistas y Haendel de las piedras, empezó nuestro pequeño calvario.
El cartel que señalaba el PR, para mi sorpresa, nos dirigía por una senda rocosa que descendía al rio de nuevo.
Una vez habiendo bajado, llegamos a un cruce de caminos que nos dirigía paralelos a un antiguo molino que se fue cerrando poco a poco en una senda llena de maleza y sin señales del dichoso PR.
Empezaba a hacer mucho calor y Haendel empezaba a jadear sospechosamente fuerte.
Llegamos a otra bifurcación sin señalizar donde elegí el camino incorrecto con la suerte que mi elección acabó pronto en un alcantilado, por lo que dimos la vuelta hacia el otro camino.
Empecé a preocuparme por el calor y por la escasez de agua, ya caliente que nos quedaba, y más viendo el estado de cansancio de Haendel.
Este último camino nos llevó a un antiguo deposito del agua cubierto de juncos y junto a un puente de hierro oxidado que cruzaba el río y que además era la única salida. En el puente sólo cabía una persona y para subir, la escalera era de 4 barras de hierro que Haendel no podía subir por sí mismo. Por lo que después de probar la consistencia del puente, cogí a mi perro en brazos y lo subí al puente, para una vez allí, cruzar con mucho cuidado y miedo el susodicho puente. Fue el momento más crítico por el estado del perro y por el desconocimiento de la ruta en ese momento.
Después de cruzarlo, subimos la cuesta posterior, y para nuestra sorpresa, dimos con el camino que bajaba del pueblo que nos llevaba de vuelta a casa. Después de un baño en la primera fuente y, después de comer, Haendel se echó una siesta relajante en el cesped.
He escrito esta aventura para poder recordarla tan intensamente como la he vivido.
Con ignorancia, angustia y alegría.
-- Desde Mi iPhone
Salí por una calle que baja al río guadiela y al puente romano. Allí Haendel se pegó un buen baño para así, quedarse fresquito para el resto de la ruta.
Al salir del río continuamos la ruta por un camino asfaltado que sube desde el río para luego caminar por una pista ancha que rodea el cerro.
Anduvimos por ella disfrutando de las vistas de campos secos de cebada, viñas y girasoles. Después de 4km disfrutando de las vistas y Haendel de las piedras, empezó nuestro pequeño calvario.
El cartel que señalaba el PR, para mi sorpresa, nos dirigía por una senda rocosa que descendía al rio de nuevo.
Una vez habiendo bajado, llegamos a un cruce de caminos que nos dirigía paralelos a un antiguo molino que se fue cerrando poco a poco en una senda llena de maleza y sin señales del dichoso PR.
Empezaba a hacer mucho calor y Haendel empezaba a jadear sospechosamente fuerte.
Llegamos a otra bifurcación sin señalizar donde elegí el camino incorrecto con la suerte que mi elección acabó pronto en un alcantilado, por lo que dimos la vuelta hacia el otro camino.
Empecé a preocuparme por el calor y por la escasez de agua, ya caliente que nos quedaba, y más viendo el estado de cansancio de Haendel.
Este último camino nos llevó a un antiguo deposito del agua cubierto de juncos y junto a un puente de hierro oxidado que cruzaba el río y que además era la única salida. En el puente sólo cabía una persona y para subir, la escalera era de 4 barras de hierro que Haendel no podía subir por sí mismo. Por lo que después de probar la consistencia del puente, cogí a mi perro en brazos y lo subí al puente, para una vez allí, cruzar con mucho cuidado y miedo el susodicho puente. Fue el momento más crítico por el estado del perro y por el desconocimiento de la ruta en ese momento.
Después de cruzarlo, subimos la cuesta posterior, y para nuestra sorpresa, dimos con el camino que bajaba del pueblo que nos llevaba de vuelta a casa. Después de un baño en la primera fuente y, después de comer, Haendel se echó una siesta relajante en el cesped.
He escrito esta aventura para poder recordarla tan intensamente como la he vivido.
Con ignorancia, angustia y alegría.
-- Desde Mi iPhone
Ubicación:Calle de la Larga,Priego,España
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