Renacimiento musical en España -parte III-

Continúa de la parte II

La gran figura de la época, y acaso, como se ha dicho con frecuencia, de toda la España musical, es Tomás Luis de Victoria, Vittoria para los italianos.
tomas luis de victoria

 Nació en Ávila y tuvo sin duda como primer maestro a Bartolomé Escobedo, un músico de la catedral de Salamanca. En 1565,  gracias a un a beca de Felipe II, se traslada a Roma para terminar sus estudios religiosos. Allí recibió clases de Palestrina, fue ordenado sacerdote en 1569, desempeñó distintos cargos de maestro de capilla y de organista en las iglesias romanas.

Publicó en 1572 su primer libro de motetes y sucedió a Palestrina como maestro de capilla del Seminario Romano. En 1583 dedicó a Felipe II una colección de misas, y regresó a España hacia 1589. La emperatriz María lo eligió como capellán privado y lo llevó a Madrid, donde se retiraría en el monasterio de las Descalzas reales. Vitoria se convirtió en el maestro de música de aquel aristocrático convento, escribió en su honor múltiples composiciones, y tras la muerte de la emperatriz acabó sus días ejerciendo la modesta función de organista.

motete tomas luis de victoria
Victoria es un estupendo músico, que debe nombrarse inmediatamente después de Lassus, Janequin y el citado Palestrina. De Palestrina aprendió buena parte de su oficio, para grabar más tarde su propia impronta en el maestro. Con veinticinco años pasados en Roma, que fueron los de su formación definitiva, fue uno de los grandes artistas cosmopolitas del siglo que tuvieron en Italia su segunda patria.

Al llegar allí, ya acababa de asimilar las lecciones de los nórdicos, por lo tanto se italianizó más. Se ocupó menos de las investigaciones formales que de la expresión directa de los sentimientos. Es aquí donde se encuentra su autentica hispanidad. No tuvo el dramatismo de Lassus pero vivió más profundamente que Palestrina la religión que cantaba. 
Su obra, pese a su aceptable volumen -unas veinte misas, dieciocho Magnificats, cincuenta motetes, himnos, salmos- no iguala la sobreabundancia de nórdicos e italianos.

Aunque sea casi imposible traducir tales matices en términos musicales, la suavidad, en Vitoria, expresa su estado contemplativo que tiene un grado distinto de espiritualidad respecto a la efusiva unción de Palestrina. En su Oficio de la Semana Santa, o su Officium defunctorum, la música lenta, despojada de todo ornamento, con compases largos y solemnes, se impregna de las amenazas y los lamentos del texto bíblico hasta volverse lúgubre, sin molestarse en evitar una monotonía que tiene también grandiosidad.
tomas luis de victoria



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